Nueva editorial del Blog de Ecocentro.
Por Beatriz Calvo Villoria
Directora Ariadna TV, y el blog Ecología del Alma.
La división de la sociedad en bandos, la polarización es una estrategia de ingeniería social utilizada desde los mecanismos de poder para debilitar lo colectivo, siendo lo colectivo el resultado de una fuerza que une, a imagen y semejanza de ese atributo de lo divino que es el amor que todo lo cohesiona en un cosmos con sentido. Divide y vencerás es, en última instancia, un arma de guerra contra el Espíritu, contra la Realidad de las cosas como son en sí mismas, unidas en un todo sin fisuras.
Este atributo de unidad, de cohesión de lo diverso en un grupo o colectivo, se expresa desde el cielo en la tierra, primeramente y fundamentalmente, en cada individuo, cuando integra en algo mayor su cuerpo, mente y su espíritu. En segundo lugar en la familia que reúne lo diverso con lo que le es propio, sus lazos de sangre, de donde surge ese compartir milagroso de genes y caracteres, de diversidad y unidad. Es el inicio de la trascendencia del yo, del individuo, que se hace fuerte en su unión.
Otra expresión de lo colectivo es el pueblo, una red de ayuda mutua, cuando están sanas sus raíces, que les hacen vincularse en tareas comunitarias que facilitan su supervivencia, no solo biológica sino psicoafectiva. Las familias se integran, se avecinan, la identidad con lo propio es ya mayor, vamos creciendo en la capacidad de acogida e integración de lo diverso, lo diferente, pero a la vez todos esos otros son también uno de los nuestros.
Luego está la patria, el amor a la tierra que hermana a unos pueblos enamorados respectivamente de sus valles o quebradas, mares que le circundan, clima, lenguas diversas, gastronomías, pero unificadas por una historia vivida que esculpe un carácter y permite una nueva identidad mayor. El ejercicio de integración cada vez es más exigente, pues las diferencias se multiplican por la cantidad, pero sigue siendo un laboratorio fascinante para la búsqueda de ese principio de Unidad que vertebra el Universo.
Más allá de la patria sigue habiendo conjuntos más trascendentes que obligan a seguir dando pasos hacia la apertura, hacia la sabiduría de sabernos “parte de” y no el Todo, que salvo para los necios, nos desborda en número y cualidades. Somos continentes también, que nos agrupan por ubicación en el espacio, pero estas categorías no dejan de ser etiquetas, nombres y formas, que velan nuestra verdadera identidad.
Más allá de todas ellas somos la expresión infinita de Uno perfecto y creador en un planeta que lo expresa a la perfección: compartimos con una inteligencia gaiana que regula los climas, con sus corrientes marinas que nos unifican, con sus vientos que trasladan una fuga en Fukushima a California con los vientos de la tarde.
Somos unidad en la diversidad. El legítimo amor a la tierra con la que te identificas, puede ser como las muñecas rusas, subsumido en otro amor, otra identidad religante y en otro amor, cada vez más grande, Tierra, Universo… Hasta llegar a la perfección del amor que tiene los atributos de la incondicionalidad, cuando lo que amas es al Absoluto, Perfecto e Infinito.