Estamos convencidos de que el vegetarianismo constituye la dieta natural del ser humano y la que mejor se adapta a nuestras necesidades. Una dieta vegetariana variada aporta todos los nutrientes necesarios para una vida plena, saludable y vigorosa.
El vegetarianismo debe luchar contra numerosos falsos mitos implantados por voces interesadas. Nadie puede discutir que el reino vegetal nos proporciona todos los aminoácidos necesarios para construir las proteínas, así como la cantidad adecuada de minerales, vitaminas y oligoelementos. En una dieta vegetariana equilibrada, no existe carencia alguna de proteínas de ningún tipo. Por el contrario, todos los estudios demuestran que el vegetarianismo bien practicado evita numerosas enfermedades crónicas asociadas al estilo de vida occidental y al consumo indiscriminado de grasas animales y productos refinados, entre las que destacan por su alta incidencia las enfermedades coronarias y circulatorias, la obesidad, el estreñimiento, la osteoporosis y un largo etcétera.
Pero aún hay más. Los que practican una dieta vegetariana contribuyen a la solidaridad internacional de manera activa, ya que el consumo de carne y productos animales aumenta notablemente la distancia entre el mundo desarrollado y el mundo pobre. Un terreno cultivado con cereales o legumbres puede dar de comer a muchas más personas que si éstas optan por comer animales criados en esos pastos; por eso, en los países en vías de desarrollo existen extensas áreas cultivadas que tan sólo sirven para alimentar al ganado que más tarde comeremos en los países ricos, mientras la población local sufre hambre. Las cifras son elocuentes: de cada 7 unidades de alimento que proporcionamos a una vaca, sólo una de ellas se aprovecha, mientras que las otras seis se pierden al ser metabolizadas por el animal. Un derroche intolerable en un mundo donde el 20% de la población pasa hambre.
Con el vegetarianismo evitamos el sacrificio inútil de animales. Una dieta vegetariana es ética y justa. Para comprobarlo, basta recordar que cada año, mil millones de animales son sacrificados para convertirse en comida. Lo que normalmente no se cuenta es que detrás de estas impresionantes cifras se esconden seres vivos con plena capacidad de experimentar dolor y bienestar y que son objeto continuo de abuso y maltrato por parte de la especie humana, criaturas que sienten y merecen respeto, animales convertidos en meros eslabones de una cadena productiva insolidaria y ciega ante el dolor, cuyas necesidades más básicas son ignoradas sin que quepan excusas que justifiquen nuestro comportamiento.
Por último, el vegetarianismo nos ayuda a preservar el medioambiente. Según la FAO, existen tres animales de consumo en el planeta por cada ser humano. Los desechos emitidos por semejante cantidad de animales suponen una enorme contaminación para el planeta: el ganado ensucia y agota las aguas y la tierra y libera gases que contribuyen al efecto invernadero, como metano y CO2. Además, la constante búsqueda de nuevos pastos aumenta decisivamente la deforestación. Y estos inconvenientes no sólo se presentan en el ganado terrestre, sino que incluyen al pescado, ya que la pesca indiscriminada está acabando con la vida marítima y las piscifactorías resultan muy contaminantes. Y todo ello sin olvidar que el consumo que los animales realizan de agua y combustibles fósiles es inmenso: casi la mitad del agua consumida en la tierra va destinada para el ganado o para regar sus pastos.
En muchos países desarrollados, ser ecologista implica ser vegetariano. Ecocentro se suma a esta perspectiva de respeto por la salud individual y planetaria. La apuesta por el vegetarianismo es sólida y posee argumentos contundentes que todavía no han sido suficientemente explicados a la sociedad.